domingo, 31 de mayo de 2009

Harley-Davidson: Mito y acero (y II)

A pesar de la excelente publicidad gracias a rockeros y tipos duros en general como Elvis o Marlon Brando, Harley inicia los ‘80 con una fuerte bajada en la demanda. Tuvieron que reinventarse para seguir siendo los mismos.

Concentrada en averiguar cómo seguir ‘vendiendo la moto’, Harley sube una marcha para buscar nuevos nichos de mercado y comienza a ‘viralizar’ un mensaje que ha llegado hasta nuestros días: tú, amigo yuppie, tú, triunfador que has llegado a lo más alto y estás forrado, pero en cuyo corazoncito aún existe un rincón oscuro, tú sabes que quieres una Harley.

Y el mensaje comienza a calar: suben precios para diferenciarse de las copias japonesas, comienzan a “popularizarse” -es un decir- y ya no sólo las desean los malotes. Es un proceso lento y tedioso, se perderán adeptos por el camino que optarán por las Indian o las Confederate para no perder las raíces, pero la nueva tierra prometida es mucho mayor.

Sell to live, live to sell

En 1983 la marca crea el club Harley Owners Group (HOG) que, con el tiempo, se convertirá en la comunidad de este tipo más grande del mundo con más de 900.000 socios. Soplan nuevos vientos, las cifras de ventas aumentan y Harley sigue avanzando: en 1990 la FatBoy se convierte en un clásico instantáneo en su presentación. Posteriormente, su celebridad será universal al aparecer en ‘Terminator 2‘ junto a Arnold Schwarzeneger.

Además de reinventar su imagen, Harley ha sabido desarrollar como nadie ese fenómeno a veces barroco y a veces trágico que se denomina ahora tuning, aunque siempre se ha conocido como custom. En este sarao, Harley es la reina indicutible.

Pasando por caja religiosamente, que es lo que tienen los cultos paganos, puede diferenciar su ‘cerdo’ hasta convertirla en un auténtico salón rodante, o potenciarla para hacer caballitos facilmente pese a sus más de 300 kilos de peso. Literalmente, de todo.

Pero aún queda un territorio inexplorado por la mercadotecnia: Usted.

Difícilmente se puede ser más auténtico que siendo uno mismo, como los otros. Gafas de sol, colonia, pañuelos, chalecos de Harley y un largo etcétera de productos para seguir siendo un rebelde de los nuestros, un auténtico freerider… Y oigan, cuela.

En 1995 Harley ya ha reencontrado definitivamente el camino del éxito y marca su récord de ventas de producción en 105.104 motocicletas. Ya no es tan extraño encontrar a un hombre de negocios montado en una Harley, o a mujeres, algo impensable en décadas anteriores.

Aún recuerdo la imagen vista en alguna revista del corazón hace unos años: Harrison Ford descansaba lánguida pero sedutoramente bajo el porche, entre cabalgada y cabalagada, en un cómodo sillón junto a su Harley, con una bandeja de plata debajo para recoger el aceite que perdía. La Harley, digo. Si esto no es nivel, ya me dirán ustedes.

Traición pagana


Sin embargo, todo lo avanzado en mercadotecnia es inversamente proporcional a los avances mecánicos: llevan casi 50 años con mecánicas idolatradas pero anticuadas que exigen mantenimientos constantes.
Sabedores de que el cromo y el cuero ya no brillan como antaño y que su público es ahora más exigente, menos dispuesto a apretar tuercas cada 1.000 kilómetros, Harley-Davidson da el salto definitivo y presenta en 2003 la V-Rod, un nuevo modelo cuyo motor desarrolla Porsche.

Potente, rápida, cómoda y moderna, pero ya no le quedan bien las bolsas de piel tachonadas. Se han diseñado unas específicas en aluminio y plástico que sí le quedan bien y lo más divertido es que la presentan en Tokio, territorio apache desde el que hace veinte años casi les apean del negocio.

V-Rod para unos, “la bastarda” para otros, si en los ‘80 su resurrección se debió a la imagen, ahora se intenta por la tecnología. Pero este paso tampoco es entendido por los más puristas y cesan las innovaciones radicales, centrándose en mejorar la mecánica y mantener el diseño, o mejor dicho, su ausencia. De todos modos, para el núcleo duro de los aficionados pura sangre, “una cosa son las Harley, y otra lo que se vende ahora”.

Concentración en el cine


Si bien es cierto que hasta hace bien poco Harley nunca ha hablado de hacer publicidad como tal, bien mirado llevan muchos años haciendo anuncios de hora y media, desde ‘Easy Rider‘, hasta hoy. Echen un vistazo.

Además de en largometrajes, los actos publicitarios más recordados son las reuniones que organizan sus dueños, espontáneamente o instigadas por la propia marca, como el Open Road Tour, muestra palpable del poder de convocatoria de Harley. Lo mejor de estos actos, además del buen ambiente, es que la recaudación suele donarse a la investigación de la distrofia muscular.

La familia y varios más


En 1998 Harley sigue explorando nuevos caminos y se reinventa asimilando a un fabricante de motos deportivas, Buell, que comparte la esencia norteamericana y motores con Harley; así los clientes más quemados también pueden sentir “la experiencia Harley”… ahora es Harley la que roba algo de mercado a las ‘R’ japonesas… cosas veredes, amigo Sancho.

Demostrando una vez más su visión largoplacista que explica por qué llevan 100 años en el negocio, en agosto de este 2008 Harley-Davison ha repetido estrategia comprando una marca de culto, lujosa, exclusiva, que fabrica motos preciosas con un diseño excepcional y a un precio muy alto, pero… muy deportivas: MV-Agusta.

Sobrevaloradas, diferentes, ilógicas… hay otras motos que cumplen el mismo cometido con mejores prestaciones y precios, pero no son Harley-Davidson.



Editado por Adolfo Ventura en: http://www.tintadigital.org




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