jueves, 16 de julio de 2009

La esquina del viento(La Nave del Rosendo)


La Nave del Rosendo
Hoy hemos quedado para lavar las motos y hacer alguna que otra chapuza. El Rosendo se dedica a fabricar armarios y, desde luego, su nave no es el lugar más adecuado para reparar, ni lavar motos. Pero una vez a la semana, el sitio se transforma. Diez o doce máquinas en la puerta, unos cuantos litros de cerveza y un puñado de tíos compartiendo cubetazos de agua sucia, llaves fijas y soluciones a problemas técnicos o estéticos.
La verdad es que con las herramientas de un carpintero, no se pueden hacer muchas cosas, además que con nuestros conocimientos de mecánica, no sabríamos arreglar ni una escupidera. A pesar de eso, nunca falta algún descerebrado que pretende hacer una sincronización de carburadores con un martillo de goma y unos alicates. Y antes, o después, siempre cae alguna chapucilla para distraerse, un cambio de amortiguadores, un taladro de escapes o un sencillo reapriete de la tornillería. El caso es que, cada vez que a alguien se le ocurre comentar que le gustaría hacerle esto o aquello a su montura, una nube de manos caen sobre ella. ¿Acaso existe mayor placer que mancharse las manos de grasa? Sobre todo, si la moto es de otro. Al fin y al cabo, si la cosa sale mal, sólo tienes que decir: "Lo siento socio, lo he hecho lo mejor que he podido".
Yo, hoy, me siento de puta madre. Tres meses buscando catálogos, mirando revistas, comparando precios. Un mes localizando tiendas. Medio año ahorrando. Media hora para hacer el pedido. Un mes y medio para recibirlo. Cuatro días intentado averiguar cómo coño se coloca. Dos semanas más buscando un pintor de confianza. Una hora y media asegurándome que el acabado será el que yo quiero. Quince días para que termine el trabajo y otros quince hasta que pude pagarle para recogerlo. ¡Joder! Demasiado tiempo. Pero, ¿a ver quién tiene cojones de decir que no ha valido la pena? Mi guardabarros nuevo está instalado. Y la jodida máquina, cada día se parece más al proyecto que hace tanto grabé en mi cabeza. La cosa no es fácil, conseguir llevar entre tus patas la moto con la que sueñas es algo, al menos para la mayoría, bastante difícil. Y, que yo sepa, sólo hay dos trucos que funcionan. Ser rico o tener las ideas muy claras. Cuando sabes lo que quieres, no importa el tiempo que tardes en conseguirlo.
Si tu afición no es una moda pasajera, antes o después te saldrás con la tuya. Además, insisto: "cuanto más tiempo, trabajo y esfuerzos te haya costado conseguirla, más la apreciarás". La verdad es que está quedando cojonuda. ¿Verdad tío...?
Hoy, por si acaso, me he puesto lo bastante lejos como para que ninguno de estos picapedreros de manos sucias y más sucias intenciones, se acerque mientras saco brillo a mi guardabarros nuevo. Así, puedo observar el grupo a cierta distancia. Verdaderamente es un gozada darte cuenta de lo divertida que puede ser tu moto si, además de rodar con ella, te atreves a meterle mano. Estudiarla, hacer proyectos, imaginar la misma máquina con un chasis distinto, comprobar como varía absolutamente su respuesta con otro tipo de escapes, calcular los grados de inclinación que le puedes dar a tu horquilla sin jugarte la vida en cada curva. Fabricarte un asiento nuevo con una señal de tráfico o hacer una pletina para desplazar el reloj cuenta kilómetros; pueden llenar tu imaginación durante horas. Y no hablemos ya si te atreves a meterle mano al motor. La búsqueda de caballos puede ser la obsesión para el resto de tus días.
Tengo un colega de esos que usan un mono de cuero con colorines y una máquina ultrarápida completamente rodeada de carenados de plástico, que de vez en cuando confiesa: "Me duele reconocerlo tío, pero hay que ver lo cojonudamente que os lo pasáis con vuestras máquinas, incluso cuando no estáis subidos en ellas". Y no le falta razón. Si mi jefe supiese las horas que dedico en el curro a imaginar cuál será el próximo cambio que haga sobre mi hierro, no dudaría en mandarme a coger caracoles.
¡La hostia! No recuerdo cuánto tiempo hacía que no lavaba la moto, pero en el faro llevo una concentración de mosquitos con asistentes de todas las regiones. Se me había olvidado que fuese tan guapa y que los cromados brillasen tanto.
"¡CHICHO, CABRONAZO, como vueltas a meterme un chorreón con la manguera, te la meto por el culo". Será mamón.
MATEO

No hay comentarios:

Publicar un comentario