miércoles, 8 de julio de 2009

La esquina del viento(Vacaciones, vacaciones, vacaciones...)


Vacaciones, vacaciones, vacaciones...
¡Joder, qué falta me hacían! Aún no las he cogido, pero ya sólo puedo pensar en kilómetros, paisajes, carreteras y miles de proyectos pendientes. La mesa llena de mapas, guías de camping, folletos de hoteles y, lo peor de todo, el extracto de mi cuenta en el banco. El único elemento que pone límite a mi imaginación y ganas de perderme, cuanto más lejos mejor.
El destino en sí, es lo de menos, los pocos requisitos indispensables son: que este suficientemente lejos y, a ser posible, que sea completamente nuevo para mí. Descubrir paisajes y gente nueva. Entrar en una ciudad desconocida, perderte en una maraña de carreteras comarcales en medio de ninguna parte y sin saber exactamente hacia donde vas. Preguntarle al primero que te encuentras por donde se llega al bar más próximo o sacar el mapa en algún cruce y jugarte a cara o cruz hacia donde enfilar la rueda delantera de tu máquina. Y, todo esto, con la tranquilidad de saber que no hace falta que estés de vuelta el lunes a las ocho, que no tienes que afeitarte si no te apetece, que dormir de día y salir de noche relaja lo mismo y es más divertido.
Pocas cosas se me ocurren más alucinantes que acabar con mi moto en la plaza central de algún sitio, cuyo nombre no se bien como se pronuncia. Rodeado de lugareños que no se que ostias de idioma hablan, mientras me miran como si fuese un bicho raro sólo por que estoy sentado en el suelo degustando el pan del viajero (litrona y bocata de mortadela). ¡Sólo de pensarlo ya estoy alucinando!
¡Si no fuese por el jodido dinero! Y es que la cosa empieza antes de salir. Aceite, bujías, niveles, carburador, filtro, luces y, por si fuera poco, gomas nuevas. Me parece que no se me olvida nada. ¡Ah! Sí. Reajuste de la tornillería completa, jodidas vibraciones, por lo menos esto es gratis. Un nuevo vistazo al extracto bancario y tiro directamente a la papelera el folleto de la Isla de Man, se me saltan dos lagrimones como dos cántaros. Con este presupuesto no creo que tenga ni para salir de la provincia.
Claro que también podría irme en el coche con un par de colegas en tren o autobús que es mucho más barato. Pero eso ya lo intenté una vez y casi me muero de envidia cada vez que veía pasar una máquina o a alguien con un casco en la mano. Me sentí la persona más despreciable del mundo, ¿cómo había podido dejar mi moto en la cochera para viajar en aquella lata de sardinas? Por mucho aire acondicionado que lleve, por más equipaje que sea capaz de cargar, por muy cómodos que sean sus asientos reclinables. Nunca más Santo Tomás, me juré a mí mismo. Y desde aquel día tengo muy claro que vale la pena cambiar un buen hotel por una tienda de campaña en la cuneta, el equipo completo de camping por una esterilla roída y todo el equipaje por un par de camisetas y la bolsa de herramientas. No tengo problema alguno en cambiar la piscina de cualquier Melia, por la asquerosa bañera de la pensión La Cucaracha Alegre, eso sí, siempre que en la puerta de la jodida pensión este aparcada, esperándome, mi sueño de metal.
Pinto alguna raya más sobre el desgastado mapa y siento el mismo cosquilleo en el culo que entra cuando ya tienes la moto preparada y emprendes la marcha. A estas alturas todavía no tengo ni zorra idea de donde voy a acabar, pero lo que sí te puedo asegurar es que volveré a casa con el culo completamente plano, las ruedas con bastante menos dibujo, la retina llena de imágenes de sitios nuevos y, casi seguro, debiéndole mil duros a algún colega.
MATEO

No hay comentarios:

Publicar un comentario