lunes, 3 de agosto de 2009

La esquina del viento(El almendro)



El almendro
A casa: cincuenta y dos kilómetros. De puta madre, ya estoy llegando. ¡Joder, que ganas tengo de llegar al Loro y tomarme un pelotazo como Dios manda!. Después de veinte días subido en la moto y dando vueltas por el puto mundo, mi bar, mis colegas, el sillón de mi casa y mi water, me aparecen ante los ojos como el paraiso perdido.
Cincuenta kilómetros parece que son una mierda después de los que llevo tragados en las últimas semanas. Después de haber rodado por sitios donde no entiendo ni un puto cartel, donde todo el mundo habla como si llevase un calcetín en la boca y donde entrar en un bar y que te pongan una cerveza bien fría con tapa es sencillamente imposible (sobre todo, por menos de cinco mil pelas). Pues bien después de esto, volver a casa, reconocer el paisaje por el que estas pasando, parar en esa venta donde ya has parado mil veces antes, hablar en cristiano y pagar en pesetas, tiene un regustillo especial.
Entro por la ciudad y parece que nada ha cambiado (pues claro gilipollas, ¿qué coño quieres que cambie en 20 días?) No lo sé, pero a mí me han parecido veinte años. Por fin ese bendito cartel de cervecería que tanto he echado de menos.
En la puerta hay un buen montón de motos, muchas de ellas cargadas de bultos, como la mía. Bueno, se ve que las vacaciones han terminado para casi todos. En dos minutos se arma el revuelo entre un maremagnum de ¿qué tal?, ¿cómo os ha ido?, ¿hasta dónde habéis llegado?, ¿y vosotros dónde hostias dices que habéis estado?, ¿cómo que en Suiza no hay cubitos para los cubatas?, Italia, Murcia, Francia, Almarchón… Cada uno cuenta su rollo sin enterarse de lo que cuentan los demás. Luego viene la fase de: ¿y tu moto?, pues a mi se me cayeron los escapes, a la mía se le fundieron todas las luces, yo he tenido que cambiar las dos gomas. Y una voz triste que dice: la mía todavía está en Segovia. Pero bueno lo importante es que la mayoría ya estamos aquí. Ahora a planchar la oreja, llegar a casa, descargar la burra, subir los bultos y acostarme en mi jodida cama. Dios ¡qué gusto!, después de dormir donde fuese y comer lo que podía, esto sabe a gloria.

7:30 A.M. Piiiiiiii...piiiiiiiii.....piiiii....
Joder ¿y eso qué coño es? El puto despertador. Ya no me acordaba de él. Mierda, y además tengo que ir a currar. Ducha, afeitado, ropa limpia, bien peinado y a correr que llegas tarde. "Capullo, ¡me cago en su puta madre!" ya no me acordaba del atasco de todas las mañanas.... "Verá Ud. señor jefe es que he llegado tarde porque.... Déjate de rollos Mateo, que es el primer día y ya me estas tocando los cojones". El curro pendiente desde que me fui de vacaciones y otra vez rodeado de las mismas caras de siempre. ¡Vaya mierda! Todavía son las doce y parece que llevo aquí cuarenta horas. Por fin acaba la interminable jornada.
Vuelvo a casa y como mientras abro el correo de los últimos veinte días. ¿Crees que había alguna carta de mi prima la gallega? ¡Y un cipote!: facturas, facturas, y alguna que otra facturilla.
Depresión post-vacaciones. Pues la verdad es que no sé si se llamará así, pero yo lo que tengo es ganas de atarme un yunque a las pelotas y tirarme por un puente. Ahora hecho de menos esos cutres bocatas de mortadela sentado en cualquier jardín, los bares donde los camareros no entendían mi idioma, hacerme fotos con cara de gilipollas delante de cualquier monumento, las carreteras por las que no había pasado nunca y que probablemente no vuelva a pasar. Si me apuras, hasta hecho de menos el tener que dormir en el suelo. No han pasado 24 horas desde que al ver el cartel de «A casa 52 km.», sentir la alegría de volver y ya daría todo lo que tengo por pasar por el mismo cartel en dirección contraria. La vida es así de puta y supongo que no me queda más remedio que joderme. Espero no haber deprimido a nadie, pero si lo he hecho, pues que le den por el culo, porque yo estoy jodido y nadie me consuela.
Joker, perdona por usurpar tu puesto de jodedor.

MATEO

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