jueves, 30 de julio de 2009

La esquina del viento(El enemigo verde)



El enemigo verde
— Cushha compac, ponmos ofro pelotashho.
— Lo que te voy a poner es en la "jodida" calle "sohijolagranputa" que te sentaste en la barra a las doce y ya está saliendo el sol.
Esa fue la última parte de la conversación que mantuve con aquella amable camarera, a la que ya estaba empezando a tomarle cariño. Dos horas y media tardé en localizar el casco, la chupa, los guantes y no sé qué coño más… por que no lo encontré. Dos segundos y medio en despedirme de la simpática camarera que no se dignó siquiera en volver la cara y decirme adiós. Joder y todo porque se me hayan caído tres o cuatro vasos y haber vomitado en la barra un par de veces… ¡tampoco es para tomárselo mal!
Bueno a lo que vamos, comienza entonces una peligrosa operación, la cual y para que podáis apreciar bien en toda su complejidad dividiremos en varias fases:
Fase uno: coordinar el movimiento de mis dos manos y cuatro ¿? pies.
Fase dos: encontrar las gafas de sol y ponérmelas, a ser posible sobre la nariz.
Fase tres: recordar donde hostias aparqué la puta moto y arrastrarme hasta ella de la forma más digna posible.
El resto del plan lo iremos improvisando sobre la marcha. Por ahora ya hay bastante.
Supongo que el que más y el que menos, algún día se ha agarrado una buena cogorza y que, por tanto, os resultará familiar ese estado físico y mental en el que tienes la sensación de que tu lengua es tan gorda que casi no te cabe en la boca, dificultando enormemente la pronunciación de cualquier palabra por sencilla que sea, pero que al mismo tiempo te da una enorme facilidad para expresarte en Austro-hungaro (aunque no tengas ni puta idea de ese idioma y en el hipotético caso de que exista). Bien, pues en ese famélico estado me encontraba cuando, una vez cumplidas las fases uno y dos, me dirijo a encontrar la moto. ¡Joder, por fin una sorpresa agradable! A esta hora mi máquina es la única que queda en el puto parking, con lo cual la fase de localización se facilita enormemente. Junto a ella veo un enorme coche verde y dos tíos que se entretienen mirando la moto. Hay que ser gilipollas, levantarse a las siete de la mañana para quedarse mirando una moto — pensé yo. Y mientras me iba acercando un mal presagio invadía mi mente: ¡joder! ¿ pues no parece que el coche lleva luces en el techo? ¡Joder! ¿pues no parecen dos picolos? Mierda, mierda, mierda…
Se acabaron las tonterías, más tieso que una polla, la cara seria y andar derechito (o al menos intentarlo). Si conoces el estado etílico que antes he descrito, sabrás que mientras más derecho intentas andar, más fácil es que acabes moviéndote de lado a lado de la acera, debido al efecto "Titanic" que sufre el asfalto cuando estás como una puta perra.
Por fin estoy junto a la moto, dirijo una seria mirada a los dos agentes y digo: fuengros yhhiahs (en austro-húngaro de las montañas "buenos días"). No quiero ni mirarlos, me dispongo a subirme en la moto y se me cae el casco. Haciendo acopio de dignidad me dispongo a recogerlo en el mismo instante que se me caen los dos guantes y encima uno por cada lado de la moto. La cosa va mal. Tras una complicada serie de movimientos lentos y estudiados me encuentro, por fin, subido en la moto y con el casco puesto. Fíjate igual se arregla la cosa y soy capaz de irme sin que me follen — medito. Y una puta mierda.
— Se fuede faber fonde goño tiengo las llaves — exclamé. La cosa ya había llegado demasiado lejos.
— Buenos días caballero, ¿Acaso pretende usted arrancar la moto y conducir?
— No geñor afente, ni mushho menos, solo geria comfrobar que arracaba antes de irme a dormir — una reprimenda, una advertencia de que me iban a vigilar y no me quedó más remedio que empujar la moto hasta un muro, junto al que me quedé dormido hasta que, horas después, las risas de unos jodidos niños que se partían el culo de mi lamentable estado, me despertaron.
Una vez sentado en la cafetería más cercana delante de un café bien cargado y la cara lavada empiezan las maldiciones: ¿Serán hijos de puta? Pues no me han hecho dormir en el suelo. ¿Serán cabrones? Pues no me he quedado helado por su puta culpa. Y lo que más me jode de todo ¿Serán maricones? Pues no va a resultar al final que a lo mejor incluso me han salvado la vida. ¿Serán mierdas? Pues no voy a tener que darles las gracias si me los encuentro. Y es que si hay algo que me joda en esta vida es que mi enemigo me haga un favor, tener que darle las gracias y que encima me despiste.
A esos dos borrosos señores de verde y a todo aquel que sepa leerlo.
MATEO

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