domingo, 5 de julio de 2009

La esquina del viento(El Gafotas)



El Gafotas
Esta vez el viaje no ha sido muy largo, llego al pueblo de la concentración con más ganas de cachondeo y cervezas que cansancio. ¡Vaya mierda! No sé para que limpio la máquina. Entre los mosquitos y el agua de la carretera, viene hecha un asco, igual que mi cuero y las botas. De todas formas, mi amor es muy agradecida y, ante la más pequeña luz, no pierde la oportunidad de comenzar a enviar guiños en forma de destellantes reflejos. Cuando de pronto... ¡Agh! ¡Lo odio! Ya estamos como siempre.
Cinco niñatos sobre ruidosos ciclomotores me rodean. Retorcidos escapes que sueltan continuamente un humo blanco como si estuviesen friendo calamares dentro. Faros descolgados y algún carburador sujeto con un alambre. Sus caras de asombro y los codazos que entre ellos se reparten, me avisan que pronto comenzará la sesión de preguntas absurdas. Uno de ellos, el que tiene más cara de tonto, casi mete sus gafotas entre mis cilindros. ¿Qué estará buscando?... Verde. ¡Por fin! El semáforo se ha abierto y abro gas a fondo antes de que le dé tiempo a preguntar alguna sandez.
Los veo por el retrovisor haciendo el cabra al final de la avenida, pero no consigo borrar de mi mente la cara del "gafotas". Ese brillo en sus ojos, esa expresión entre admiración y deseo. ¿A quién coño me recordará este tío? Estoy seguro de que yo he visto antes esa cara. ¡No, por favor! ¡No puede ser! Lo acabo de recordar. Es igualito a mí cuando tenía quince años, cuando no podía evitar volver la cabeza al escuchar el ruido de una moto, cuando asaltaba a preguntas (seguramente estúpidas) a todo aquel que se bajaba de cualquier cosa con dos ruedas, cuando se me caía la baba viendo fotos y películas de tíos, que me parecían increíbles, sobre máquinas deslumbrantes. Cuando sobre mi "maravillosa" Mobilette llegaba a la cochera de Ovidio, perro viejo de las dos ruedas, y escuchaba absorto sus alucinantes historias sobre motos, concentraciones y viajes.
Acabo de recordar el día en que mientras viajaba en la parte de atrás del Seat 850 de mi viejo con toda la familia, no pude evitar gritar alterado al ver cómo nos adelantaban un par de bicilindros haciendo vibrar los cristales del ocho y medio. Juré, a voces, que yo tendría que hacer eso algún día. El coscorrón de mi vieja intentó devolverme a la realidad, pero creo que me dió demasiado fuerte y la idea se me quedó fija en la cabeza. Hace tiempo que mi sueño se convirtió en realidad. Pero este encuentro me ha hecho recordar que no siempre lo fue y que ,seguramente, algún motero me clasificó (no sin motivos) de "niñato con preguntas estúpidas". Me ha hecho pensar en lo injustos que somos algunas veces. Quiero que mis ráfagas vayan dirigidas hoy a todos los que sobre su ciclomotor retocado sueñan con la vibración de un auténtico hierro entre sus piernas, a los que incluso sin moto se sienten parte de nuestro mundo y a todos aquellos que cierran sus ojos cada noche mirando el poster de la máquina de sus sueños, jurándose que algún día será una realidad.
La trupe vespinera me ha dado alcance de nuevo, meto la mano en el bolsillo de mi chupa y saco unas pegatinas del Moto Club. "Toma chaval". Los ojos se le salen de la cara. Ni que le hubiese regalado mil duros. Y mientras se apresura a ponerla sobre el faro de su ciclomotor me pregunta: "¿A qué esta Harley tiene marcha atrás? Valdrá por lo menos cuarenta millones ¿Verdad?". ¿?¿? SIMBOLOS. Dios dame paciencia.
MATEO

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