Sin un tipo como él, Jimmy Page, Mick Jones, Pete Townshend, Noel Gallagher, Al Di Meola, Robert Fripp, Mark Knopfler... no habrían sido ni la mitad de lo que han sido, algunos de los guitarristas de nombre más propio de la historia de la música pop. Porque por muchas que sean sus habilidades (que lo son) de poco les habrían servido si alguien, el músico Les Paul, que este jueves murió en Nueva York a los 94 años de edad, no hubiera puesto entre sus manos un instrumento de auténtica precisión: las guitarras Gibson, diseñadas por él en los primeros años cincuenta. Paul, nacido Lester William Polsfuss (Wisconsin, 9 de junio de 1915), fue uno de esos hombres cuya inteligencia natural (apenas si sabía algo de solfeo en sus comienzos) y su sensibilidad permitieron el desarrollo en todo el mundo de la música popular. Junto con Leo Fender y Adolph Rickenbacker, Les Paul pertenece al sagrado tridente mágico de los luthiers de guitarras eléctricas. Además, fue también el creador de la grabadora multipistas y de otra «maquinita» imprescindible en la historia del rock and roll: uno de los primeros sintetizadores. Antes, fue un niño prodigio que a los trece años ya se movía a sus anchas en circuitos semiprofesionales. Buen amigo y socio de Bing Crosby, Les Paul fue también, sobre todo en compañía de su esposa, la cantante Mary Ford, un autor de joyas pop, de ese pop nacido antes del rock, ese pop en el que también se movió Sinatra, el propio Crosby y Dean Martin. Su versatilidad y su sensibilidad como inventor, guitarrista y compositor le valió el sobrenombre de Renaissance Man (el Hombre del Renacimiento), y durante años y años músicos de todo el mundo le han rendido homenaje y pleitesía. Sin duda, los ángeles ya afilan las seis cuerdas para recibirle con un riff de guitarra como se merece.
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